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Cerámica de Caulín: vestigios de la alfarería de Chiloé

La colección Cerámica de Caulín está compuesta por piezas de uso utilitario y decorativas elaboradas en su mayoría por Erminia Ule-Ramilla, la última cultora que vivió de este oficio tradicional de Chiloé. Entre estos objetos destacan platos, jarros, ollas, fuentes, calderitos, figuras humanas y de diferentes animales.

Hasta la primera mitad del siglo XX, el sector de Caulín (comuna de Ancud) y la isla de Apiao (comuna de Quinchao) eran los centros de producción más importantes de la provincia. No existen registros orales sobre otros centros, aunque se han encontrado hallazgos de cerámica en diversos lugares de Chiloé, principalmente en las costas del mar interior.

El barro con que se elaboraba la cerámica de Caulín y Apiao, se extraía de dos lugares, según las referencias en el libro Erminia Ule, la última ceramista de Chiloé:

  • La costa oriental de Quetalmahue, en el sector de Calle, una localidad rural de Ancud que se ubica en la península de Lacuy, a unos 20 kilómetros de la ciudad (Mónica Adler et. al., 2004: 9).
  • La mina de Pihuio, ubicada entre los sectores de Caulín y Pugueñún, comuna de Ancud (Mónica Adler et. al., 2004: 9).

Sin embargo, mientras la gente de Caulín utilizaba ambas fuentes de materia prima, la de Apiao sólo la ubicadada en el sector de Calle.

El barro de las minas de Calle se extraía haciendo pozos en la playa con la ayuda de un 'gualato' (herramienta agrícola de metal y madera) y un 'hueullo' (espátula de madera de luma). Se construían accesos a los pozos con peldaños, ya que tenían que ser profundos para sacar la mejor greda.

El trabajo de extracción lo hacían los hombres, a veces acompañaban mujeres en las lanchas veleras para colaborar en otras tareas. Sólo se llevaba el mejor barro a casa dada la lejanía de las fuentes.

El traslado del barro desde Calle a Caulín y Apiao se hacía en "chiguas" (contenedores ovalados hechos de fibra vegetal). Una vez en su lugar de destino el barro se almacenaba en hoyos (Caulín) o a orilla de la playa (Apiao) hasta ser ocupado.

El barro de Calle, al ser extraído del pozo, tenía la consistencia de la mantequilla, tomaba un tono blanquecino después de la cocción y se usaba preferentemente para levantar vasijas de gran tamaño como las cayanas (vasija plana utilizada para tostar el trigo).

Desde el sismo maremoto del año '60 el barro de Calle dejó de extraerse porque la zona quedó bajo agua (sumergida) y también porque otros materiales como el plástico y la loza fueron reemplazando a la cerámica.

Lucas Ochsenius, antropólogo social, destaca el origen común de la materia prima para la confección de las piezas:

"El barro se extraía de la mina desde pozos profundos que se construían hasta con peldaños para obtener las mejores vetas a más de un metro de profundidad, con la ayuda de hualatos y hueullos (herramientas para amasar la mezcla), con lo cual se obtenía una pasta con una consistencia como la mantequilla" (Ochsenius, 2012: p, 71).

La calidad y procedencia del barro era fundamental en la elaboración de las piezas: el extraído en el sector de Calle era de mejor calidad, y era utilizado para piezas de gran tamaño. A diferencia del extraído en la playa de Pihuio, que se utilizaba para piezas pequeñas y de carácter ornamental (Mónica Adler et. al., 2004: 21).

El barro de Pihuío se debe majar (moler) antes de elaborar la pasta. Generalmente obtiene un color rojizo cuando se quema, con él se levantan principalmente piezas pequeñas.

Las cerámicas elaboradas se comercializaban en su mayor parte por mar, en embarcaciones veleras que seguían las corrientes y los vientos del archipiélago (Mónica Adler et. al., 2004: 9).

Ancud, Castro, Achao y Quinchao eran algunos de los puntos de venta e intercambio. Hombres y mujeres navegaban con las cerámicas, y salían a venderlas por las localidades más próximas hasta ferias y festividades religiosas.

La manufactura de los objetos diferenció esta cerámica de la creada por los conquistadores, pues mientras los indígenas trabajaban con sus manos, utilizando conchas para darle forma y piedras para pulir, los españoles lo hacían con tornos (Mónica Adler et. al., 2004: 9).

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Bibliografía

- ADLER, Mónica et al. La última ceramista de Chiloé. Gráficarrera: Osorno, 2003. - OCHSENIUS, Lucas. Actas : III Seminario Chiloé historia del contacto. Ancud: Dibam, 2011. - VAN MEURS, Marijke. Guión museográfico de la exposición "Vasijas de Chiloé", año 2007.